Historia de la Zona Registral N° XII - Sede Arequipa

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ZONA DE TRADICION

El 15 de enero de 1892, los Registros Públicos de Arequipa hoy conocidos como la Zona Registral Nº XII— iniciaron su actividad y desde entonces, como bien lo señala el reportaje “Los mil y un folios”, publicado en la revista Caretas , vienen resguardando el voluminoso patrimonio “del quién es quién y del qué es de quién de la emergente urbe y los alrededores”.

De acuerdo a la mencionada publicación, la Oficina del Registro Distrital de Arequipa (que en esos tiempos comprendía los departamentos de Arequipa, Moquegua y la cautiva Tacna) abrió sus puertas justo cuatro años después de que el presidente de la República, mariscal Andrés Avelino Cáceres, creara el Registro de Propiedad de Inmuebles del Perú, por ley dada el 2 de enero de 1888. Su primer registrador fue Alejandro López de Romaña y el primer inmueble que se registró fue el de Carlos Rubén Polar, cuyo hermano mayor, Jorge Polar, se convirtió en registrador al año siguiente.

En 1902, de otro lado, se crea el Registro Mercantil y, ese mismo año, la recién constituida sociedad de “Manuel Muñoz–Nájar y Hermanos” se convierte en la primera industria arequipeña en registrarse.

Casi simultáneamente, según Caretas, se registran como los primeros comerciantes, Rómulo Rubatto, agente de aduanas, y Carlos Ricketts. “En tanto que la primera prenda se lee en el reportaje fue constituida por Adolfo Martinetti S. A. a favor del Banco Industrial recién en 1945”. Para entonces, sigue la revista, ya se había producido una ampliación de los dominios del registro: “El Código Civil de 1936 que, dicho sea de paso, pasa a llamar a la institución como ‘Registros Públicos’ a secas, incorpora a la misma el registro de las personas jurídicas y el de fundaciones”.

Caretas también da cuenta de que los Registros Públicos arequipeños comenzaron a funcionar en un local de la calle Zela y que luego, durante muchos años, ocuparon una casona en la calle Santa Marta. Más adelante, en 1947, “gracias a las gestiones de Emilio Lira, consiguieron que el Congreso expropiara un terreno que era de la Beneficencia de Huancarqui y que les fuera entregado para realizar el sueño de la oficina propia”.

El hecho es que, con el transcurso del tiempo, ese espacio les resultó muy chico y, finalmente, justo cuando celebraron su primer centenario adquirieron el terreno adyacente —“que le servía de huerta a ese hermoso caserón donde nacieron los sabios Paz Soldán”— cuyo ingreso es por la calle San Francisco.

En efecto, la Zona Registral de Arequipa opera en los ambientes de La Casona Macedo, la misma que data del siglo XVIII y está situada en la Calle San Francisco 302. Fue de propiedad de la familia Paz Soldán y morada de los ilustres hermanos José Gregorio Paz Soldán y Ureta —geógrafo, astrónomo, literato, jurisconsulta y políglota— y Mariano Felipe Paz Soldán y Ureta distinguido historiador. En tiempos contemporáneos le perteneció a la familia Macedo Gutzalenko de quien, progresivamente, la Zona Registral Nº XII adquirió el inmueble.

La belleza arquitectónica de su fachada principal, los dos patios interiores de estilo colonial, sus muros y bóvedas de cañón corrido, el material original (madera Oregón) de sus pisos y puertas y la restaurada capilla, cuyos colores datan del siglo XVIII, son razones suficientes y valederas para considerarla Patrimonio Histórico Monumental de Arequipa.

La Zona Registral N° XII – Sede Arequipa cuenta con oficinas registrales en Arequipa, Camaná, Islay-Mollendo y Castilla-Aplao.

INSCRIPCIONES EMBLEMÁTICAS

1. La casa de Carlos Rubén Polar

Fecha: 15 de enero de 1892.
Registro: (Tomo 1, página 1, Asiento N° 1).
Firmado por: Dr. Albateo Garzón Zegarra.

Tal como lo señala Caretas, el primer inmueble que se registró en Arequipa fue el del abogado Carlos Rubén Polar (1852-1927), quien fuera profesor y director del colegio de la Independencia Americana, docente y rector de la Universidad de San Agustín, senador de la República por Arequipa (1897), ministro plenipotenciario del Perú en Bolivia y presidente de la Corte Superior de Justicia. Esto es lo que se consigna en el registro al respecto:

El Doctor Don Carlos R. Polar, natural y vecino de la ciudad de Arequipa, presenta en esta oficina a la una post meridium de hoy día quince de Enero de mil ochocientos noventa y dos, el primer testimonio de la escritura de acta otorgada en esta misma Ciudad, en siete de Julio de mil ochocientos noventa y dos, ante el Escribano público Doctor Don Higinio Talavera, de una casa situada en la calle de Luna-Pizarro, número sesenta y siete (antes calle de San Francisco) número sesenta y dos, cuya venta se hizo a favor de D. José Donato Barragán, el cual por escritura de esa misma fecha y ante el mismo Escribano aclaró que la compra la hacía por orden y con dinero del Dr. D. Carlos R. Polar para quien adquiera la finca por la cantidad de doce mil seiscientos treinta y cuatro soles cuarenta centavos en plata, habiéndose hecha en venta pública subasta, por orden del Señor Juez de 1era Instancia Doctor Don Manuel Llanos el actuario Doctor D. Mateo Garzón Zegarra.

2. Manuel Muñoz–Nájar y Hermanos

Fecha: Primero de enero de 1901.
Registro: Folio 185, Tomo 1, página 11, Asiento de presentación Nº 4.
Firmado por: Dr. Carlos Ynacochea.

Manuel Muñoz–Nájar Villalobos perteneció a la segunda generación de una familia que inició sus actividades comerciales en Arequipa alrededor de 1850, cuando Pedro Muñoz-Nájar Cámara, padre de Manuel originario de Montilla (Córdoba, España)— comenzó a elaborar un producto que hoy en día no solo es emblemático de la ciudad, sino también un rasgo de su identidad: el Anís Nájar.

Pedro conocía todos los secretos de la fabricación del licor y desde un inicio lo destilaba para su consumo, pero lo comenzó a preparar con una visión más comercial en 1854, cuando se casó con Manuela Villalobos Riveros. En aquellos tiempos lo hacía con aguardiente de uva y anís en grano importado de España, específicamente de La Mancha de Jaén y Murcia. Casi de inmediato el licor de anís o anisado adquirió gran prestigio,

convirtiéndose en elemento indispensable de la gastronomía local y nacional por las cualidades organolépticas de la propia semilla de anís como magnífico digestivo y carminativo y, desde luego, como agradable pousse café.

Al morir su padre, Manuel el mayor de los hijos varones— se hizo cargo de todos los negocios familiares. Con un manejo patriarcal de los negocios, fue el encargado de asentar la empresa familiar diversificándola y haciéndola crecer. Y no solo eso: estableció su apellido entre los más representativos de la sociedad arequipeña gracias a su filantropía y altruismo. Fue gobernador del distrito de Miraflores en 1891, demostrando ser un ciudadano colaborador y servicial con su comunidad. Su aporte a la industria y al comercio le valió la máxima distinción que otorga el gobierno peruano: la Gran Orden del Sol. Además, su preocupación por la educación de los futuros arequipeños, así como por el bienestar de los adultos mayores, lo llevó a crear la escuela que lleva su nombre y a edificar un pabellón de dos pisos en el asilo Lira, institución a la que siempre prestó ayuda. La Escuela Manuel Muñoz–Nájar —que hasta la fecha sigue funcionando se hizo realidad gracias a un antiguo anhelo de su benefactor, quien encomendó su dirección y administración a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. En la escritura pública de su fundación, extendida por el notario González Grambell el 20 de abril de 1940, Manuel señaló: “Dedicada a la instrucción primaria gratuita de los hijos de Arequipa”.

Aunque Manuel se desempeñó como gobernador distrital, el curso de su vida no derivó hacia la política. El 22 de octubre de 1902, “la bodega de la calle San Antonio en Miraflores, con sus licores y vasija (…)que pertenece al socio Manuel Muñoz–Nájar”, se convirtió en la primera sociedad inscrita en los Registros Públicos de Arequipa, cuyas oficinas se abrieron —como se ha mencionado— el 15 de enero de 1892. Esta sociedad, conformada por los hermanos Manuel y Octavio, duró hasta 1923. Una vez disuelta, el primero se reservó el negocio del destilado de anís que funcionaba bajo el nombre de Bodega Miraflores.

Al morir su esposa Candelaria Velarde Moscoso, el 6 de julio de 1942 formó una nueva asociación comercial: Manuel Muñoz–Nájar e hijo. Ese hijo fue Pedro, nacido en 1899. En 1946 transfirió su capital y todos sus derechos a favor del consorcio constituido por todos sus hijos, reservando la gerencia a Pedro. Manuel murió el 4 de marzo de 1947.

La Negociación Ganadera Collacachi fue el principal negocio de los descendientes de Manuel Muñoz–Nájar Villalobos. Estaba integrada por una serie de fundos ubicados en el distrito de Chucuito (Puno). Producía y exportaba lana de ovejas y de alpacas. Otras de sus inversiones fueron la Negociación San Francisco Javier, hacienda ubicada en el valle de Tambo —que, como todas las de la zona, producía caña de azúcar—, y, claro, la Bodega Miraflores que para entonces se había convertido en Industria Licorera Manuel Muñoz–Nájar S. A.

Pedro murió en 1959. Cuatro años antes celebró el centenario del Anís Nájar y vio la primera botella del producto, pues hasta 1954 el anisado se comercializaba a granel. Después de vencer los naturales obstáculos y primeros contratiempos, el embotellado comenzó a hacerse el 6 de mayo en las mejores condiciones de calidad y presentación, habiéndose determinado como unidad de venta la caja con capacidad para una docena de botellas. Desde entonces el Anís Nájar adoptó un adjetivo característico y que hasta ahora se lee en sus etiquetas: “Insuperable”.

Diez años después del fallecimiento de Pedro, la Negociación Ganadera Collacachi, el activo más importante de los Muñoz–Nájar, fue expropiada por el gobierno militar en el marco de la Ley de Reforma Agraria. Aunque el golpe económico fue fuerte, la actividad empresarial de la familia logró capear el temporal gracias a la diversificación de sus negocios. Fue el momento, además, en el que se impulsó la fabricación del anisado. Manuel y Alberto, los hijos mayores de Pedro y miembros de la cuarta generación de la familia, ocuparon cargos importantes dentro de la empresa y con ellos la marca Anís Nájar se consolidó como un nombre faro,un emblema regional.

Después de la reforma agraria, la cuarta generación de Muñoz–Nájar, con su madre Aurora Cosini presidiendo el directorio de Industria Licorera, tomó la decisión de invertir en la más antigua actividad de la familia: la producción del licor de anís. Adquieren de esta manera un terreno en el flamante Parque Industrial. Sin duda, una iniciativa visionaria.

Este fue un paso muy significativo para el negocio familiar y puso en evidencia el espíritu emprendedor de quienes por entonces formaban parte del directorio de la empresa. Esa decisión marcó el inicio, además, de un nuevo ciclo en la historia de la firma, que en medio de dificultades propias del contexto en que desarrolló sus actividades comerciales logró superar con éxito los períodos de crisis económica y política por los que atravesó el país años antes. Estos cambios modificaron el rubro de la empresa Muñoz–Nájar, pero no alteraron su estructura y carácter familiar.

El Parque Industrial, cuya gestación se originó durante el primer gobierno de Fernando Belaunde,fue llevado adelante y culminado en 1966 por la Junta de Rehabilitación y Desarrollo de Arequipa. Como se ha dicho, los Muñoz-Nájar compraron allí un terreno y en 1977 lograron trasladar la fábrica de la calle San Antonio en Miraflores —y sus legendarios alambiques— a un modernísimo y amplio local en dicho parque.

El Anís Nájar no solo fue un complemento de algunos platos típicos de Arequipa sino que también se disfrutó como bebida espirituosa. En las conversaciones de sobremesa, era común que la gente mayor de la casa compartiera momentos inolvidables con una copa de licor de anís. Lo propio sucedía en las fiestas y las reuniones familiares, cuando a la vez que se rasgaban las guitarras cantando yaravíes y pampeñas se servía el anisado. De esa manera, el Anís Nájar se incorporó a la tradición culinaria de Arequipa y,en poco tiempo, formó parte de la mesa familiar de los arequipeños, quienes fueron los principales impulsores de la calidad del licor de anís, en el país y en el extranjero

Actualmente, la Industria Licorera Manuel Muñoz–Nájar S. A. está en manos de los miembros de la quinta y sexta generaciones de la familia, quienes han modernizado y diversificado la producción en varias marcas sin alterar la calidad de su producto bandera, el Anís Nájar, pues su fórmula no ha variado en 165 años, como no ha cambiado tampoco la fórmula de trabajo basada en una cuestión de confianza y vínculos familiares.

De esta manera, la marca sigue preocupándose por armonizar lo tradicional con lo moderno, preservando especialmente el empleo de insumos naturales procesados por destilación especial. Antes los alambiques arrancaban gracias a la combustión de leña y hoy funcionan con gas, pero no se trata de un licor en cuya mezcla haya algún componente químico, sino de un producto que ha ido evolucionando con el paso de tiempo y que ha demostrado que es posible crear una industria sin contar con una ventaja comparativa: la materia prima.

La gestión de la firma, de otro lado, se ha fortalecido gracias a la visión empresarial de las generaciones más jóvenes. Sus órganos de gobierno, como el Directorio y la Junta de Accionistas, cuentan con miembros independientes y un protocolo familiar ha marcado la pauta de una administración moderna y que funciona como un reloj. Además, de acuerdo con los tiempos, la empresa apuesta por la paridad de género de sus colaboradores y, así como no ha variado la fórmula de elaboración del anisado, sostiene incólume una tradición de 165 años.

Hoy en día todo comienza en un laboratorio inmaculado. Allí se inicia el control de la materia prima que ingresa a la fábrica, de los productos intermedios y de los que finalmente salen el mercado. De esta manera, pasan por la lupa de los ingenieros químicos desde el anís en grano (proveniente de Curahuasi, Arequipa), el alcohol extraneutro (de doble destilación) y el almíbar, hasta los llamados bonificadores (clavo de olor, ciruelas secas, anís estrella, hinojo, canela y otros ingredientes secretos). Luego son inspeccionados los productos intermedios: el aguardiente (mezcla de alcohol con agua ionizada), el anís y los bonificadores ya macerados en ese aguardiente, el almíbar y finalmente el anisado que va a ser embotellado. Este último ha sido debidamente formulado de acuerdo a la calificación que tendrá su etiqueta: seco, semidulce o crema.

Desde el 2007, la Bodega Nájar ha diversificado sus productos y ahora no solo produce el tradicional licor de anís (Anís Najar), que ya está viajando por el mundo, sino también pisco en sus variedades Italia, Quebranta, Acholado y Mosto Verde (Centenario Najar), vino (Señorío de Najar), espumante (Señorío de Najar) y los “alferados” de uva y anís.