Historia de la Zona Registral N° X - Sede Cusco

De wikiregistral

Zona imperial

La Zona Registral Nº X inició sus actividades en el año 1990. La denominación que tenía entonces era: Oficina Registral Regional - Región Inka. El primer jefe de esta zona fue Juan Luis Zapata Quiroga.

La Zona Registral N° X – Sede Cusco cuenta con oficinas registrales en Cusco, Abancay, Sicuani, Quillabamba, Espinar, Madre de Dios, Andahuaylas y Urubamba. Asimismo, con oficinas receptoras en el Poder Judicial (Cusco). Calca, Chumbivilcas, Chincheros, San Jerónimo. Anta, Quispicanchi, Santiago, Challhuahuacho y San Sebastián.


INSCRIPCIONES EMBLEMÁTICAS

1. Machu Picchu

Fecha: 1997.
Registro: Partida Registral N° 02012700.
Título archivado: N° 8165, Asiento N° 474
Firmado por: Dr. Wilber Álvarez Monterola.

De acuerdo al arqueólogo Federico Kauffmann Doig , la construcción de Machu Picchu data del último tercio del siglo XV, dentro de los predios de Vilcabamba, en la región de los Andes Amazónicos. “Aunque los pormenores de su pasado tal vez no lleguen jamás a ser esclarecidos en términos generales, estimamos que su función primordial fue servir como centro administrativo de la producción de alimentos cultivados en terrazas de labranza o andenes construidos en las escarpadas pendientes andinas y, al mismo tiempo, como sede de rituales dirigidos a obtener el beneplácito de los dioses de los que se suponía depender el sustento: el dios del Agua y la diosa Tierra o Pachamama”, sostiene Kauffmann.

La construcción de la ciudadela inca, toda de piedra y que hoy sorprende el mundo, se le atribuye a Pachacútec, noveno rey del incario. Levantarla costó alrededor de cincuenta años. Según el antropólogo Fernando Astete, que hasta elaño 2018 fue director del Parque Arqueológico Nacional de Machu Picchu, en las alturas de la montaña había una cantera de granito.Esta les sirvio a los incas para levantar las diferentes construcciones y templos que existen en la ciudadela. Astete asegura que los bloques de granito que se extraían de la cantera se deslizaron desde arriba hasta el pie de la montaña, jalados por sogas y troncos, para poder construir de abajo hacia arriba , lo que explica la existencia de piedras enormes en las construcciones que están en la cima de la montaña.

Los incas se trasladaban del Cusco a Machu Picchu (y a otros lugares del incario) a través de una red de caminos empedrados construidos por ellos mismos: el famoso Qhapaq Ñan.

Machu Picchu se redescubrió el 24 de junio de 1911 gracias al tesón e intrepidez del profesor e historiador norteamericano Hiram Bingham. “Ese tesoro de la arquitectura incaica era hasta entonces ignorado por el mundo”, escribe Kauffmann. Y añade:

No ciertamente, por ocasionales buscadores de tesoros y algunos campesinos de los alrededores, como lo hace constar en sus obras el propio Bingham (…) El hecho de que el propio Bingham puntualice tales antecedentes habla a favor de la seriedad académica con que condujo su misión de explorador. Por lo mismo, aunque no fue el primero en llegar La Machu Picchu, no cabe regatearle el puesto de auténtico descubridor científico ni su condición de pionero de las investigaciones relativas a Machu Picchu. Fue él quien, consciente del portento de su arquitectura, exaltó y divulgó en el mundo entero este excepcional testimonio legado por los antiguos peruanos.

La ciudadela inca de Machu Picchu fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad en 1981, por su doble condición de exponente cultural y natural. Por su parte, el QhapaqÑan o Sistema Vial Andino fue inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, en la categoría de Itinerario Cultural, el 21 de junio de 2014.

2. La Casa del Inca

Registro: Partida Registral Nº 02016766.

El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616) es el primer gran escritor hispanoamericano. Así lo confirman sus crónicas, La Florida del Inca (1605) y los Comentarios reales (1609, 1617). La admiración que sintieron por él los humanistas españoles y la devoción con la cual citaron los textos del autor cuzqueño corroboran su prestigio en la época. Comentarios reales, su obra maestra, se tradujo pronto a otros idiomas europeos, y alcanzó fama literaria tanto por la novedad del material incluido como por el origen del autor. A través de la crónica, el Inca Garcilaso insiste en su ascendencia indígena, conocimiento del quechua, acceso a fuentes primarias y el haber sido testigo presencial de muchos de los sucesos narrados.

Con estas palabras introductorias al Munilibro Garcilaso de la Vega, el Inca cronista, Raquel Chang-Rodríguez, doctora en antropología, arqueología, historia y lingüística andinas, así como reconocida estudiosa de la obra de Garcilaso, resume su importancia y, en consecuencia, refrenda también el significado de la inscripción en los Registros Públicos de la hermosa casona en la que habitó el Inca, en el corazón de la ciudad del Cusco.

Ubicada en la calle Heladeros (en la Plaza del Regocijo, antes llamada Cusipata), la casa en la que vivió Garcilaso desde que tuvo diez años, cuando su padre se casó con Luisa Martel de los Ríos, hasta que cumplió los veinte y partió a España, data del siglo XVI, “correspondiendo a las edificaciones civiles de palacios menores o casonas de la época colonial. Se levantó sobre andenes inkas que conformaban la plaza de Kusipata”. Desde 1946, el histórico predio alberga el Museo de Historia Regional del Cusco. Según se asevera en la página web del Museo, “después de los movimientos sísmicos de 1986 y 1989, el Instituto Nacional de Cultura delegó al arquitecto Alcides Enríquez Peláez para realizar trabajos de consolidación estructural e intervención integral de las cubiertas de la casona colonial, adecuando el inmueble para uso de museo, donde se incluyó trabajos de consolidación en los arcos de piedra y ladrillo, se renovó el muro de quincha del segundo nivel que da a la calle Heladeros, así como gran parte de la carpintería de madera”.

3. Monasterio de Santa Teresa

Registro: Partida Registral N° 02020507.
Título archivado: N° 2000306, Tomo 57.
Firmada por: Dr. José Vega Centeno.

En el año 1673, seis monjas llegaron al Cusco desde Chuquisaca (Bolivia) para fundar el convento carmelita que hoy se conoce como monasterio de San José y Santa Teresa. Quien solicitó la licencia real para tal propósito fue don Antonio de Zea, caballero de la orden de Santiago, secundado por su esposa.

La bendición y puesta de la primera piedra del edificio de la iglesia del Carmen se realizó el 9 de marzo de 1673 por el licenciado Andrés de Mollinedo, gobernador, provisor y vicario general del obispado, en ausencia del obispo y “gran patrón de las artes” Manuel de Mollinedo y Angulo,quien se hallaba en Lima.

Las fundadoras que llegaron de Chuquisaca fueron la madre Antonia Teresa del Espíritu Santo, que iba de priora, e Inés de Jesús María como superiora, arequipeñas ambas; además de Nicolasa Clara de Jesús, quien sería la maestra de novicias. En Potosí se les juntaron tres novicias. Arribaron al Cusco el 12 de octubre de 1673 y, mientras se organizaban, se alojaron en casa de los señores de Zea.

El domingo 22 del mismo mes de octubre fue el día inaugural. Concurrieron las seis religiosas a la catedral; allí las esperaban autoridades civiles y eclesiásticas con notable gentío, y saliendo en procesión con algunas imágenes y el Santísimo Sacramento fueron recorriendo las principales calles hasta entrar en la clausura por la puerta que daba la calle Montero. Fue colocado el Santísimo en una improvisada capilla dentro del convento, recibió la Madre Priora las llaves del nuevo monasterio y marchó la gente a sus casas. El convento se puso bajo el título de San José, pero desde el principio se le conoció con el nombre de Santa Teresa. Esa misma tarde tomaron el hábito tres jóvenes más: dos potosinas y la primera cuzqueña, que se llamaba Antonia Polo y Urrutia y recibió el nombre religioso de Antonia Adriana de Jesús

Las carmelitas descalzas del Cusco siempre fueron muy austeras: “En 1795, don Ignacio de Castro apunta que el convento de Santa Clara acogía a unas 500 mujeres: entre 85 y 100 monjas, muchas niñas educandas, criadas y sirvientas, todas a las órdenes del provincial franciscano; el de Santa Catalina tenía 50 religiosas fuera de criadas y niñas educandas a órdenes de un capellán dominico; y el de Santa Teresa 21 monjas, pocas sirvientas, regla estricta y 3 capellanes clérigos”, apunta Cantuarias Vargas

En la portería de su convento —que según Juan Luis Orrego “recuerda a la portería de las carmelitas de Ávila” está escrito sobre la pared este bello poema de la mística castellana:

Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta.

4. Monasterio de Santa Catalina

Fecha: 1934
Registro: Partida Registral N° 02027114, Tomo 93, foja 249.
Firmada por: Dr. Glalar.

A finales de enero de 1600, la violenta erupción del volcán Huaynaputina no solo afectó a Moquegua, la ciudad que lo cobija, sino que cubrió de cenizas y polvo el cielo arequipeño. Lo oscureció por más de siete días dañando y destruyendo el campo y la urbe. Dos semanas después, el 19 de febrero, por efectos de la erupción, un terremoto (cuya réplica más fuerte tuvo lugar el día 28 del mismo mes) dejó en ruinas a gran parte de Arequipa. Como si el castigo no hubiese sido suficiente. Esos desastres, quién lo diría, originaron la creación del monasterio de Santa Catalina de Siena en el Cusco.

Ocurre que, alrededor de 1595, el capitán Gerónimo Pacheco, padre de Isabel de Padilla, monja y segunda priora del único monasterio de religiosas mujeres que había en Arequipa, el de Santa Catalina de Siena —fundado en 1579 por María de Guzmán—, decidió asignar una buena cantidad de dinero para la creación de otro monasterio, también de la orden dominica, pero bajo la advocación de Nuestra señora de los Remedios. Si bien las monjas que ya habitaban Santa Catalina, sobre todo su fundadora y otras importantes autoridades de Arequipa, se opusieron a ello porque, entre otras cosas, no querían que tanto Isabel de Padilla como otra hermana salieran de Santa Catalina para trasladarse al nuevo cenobio, y porque este perjudicaría la entonces alicaída economía del monasterio existente la monja Padilla llegó a abrir el nuevo convento en 1599.

Dos años después de los mencionados desastres y para colaborar con la recuperación de la ciudad, el obispo de Cusco Antonio de la Raya —bajo cuya jurisdicción estaba Arequipa— ordenó el traslado a esa ciudad de las pocas monjas que a ese punto poblaban Nuestra Señora de los Remedios, y otras tantas de Santa Catalina, con el fin de fundar allí un monasterio dominico. Se cerraron así unas puertas para abrirse otras y en lugar privilegiado. Y es que el monasterio cusqueño se erigió sobre un acllahuasi o Casa de las Vírgenes del Sol. Su fundación se llevó a cabo en 1604 y su construcción se terminó en 1643. Después del terremoto de 1650, el monasterio tuvo que reconstruirse casi en su totalidad, quedando completamente rehecho en 1669.

Desde 1970 el monasterio es parte del circuito turístico del Cusco. Se ha convertido en un museo muy interesante y con un montaje bastante peculiar. Estatuas de yeso muy bien moldeadas y de tamaño natural, vestidas con el hábito dominico, están ubicadas en casi todos los rincones, lo que nos ilustra acerca de los lugares en los que oraban, cómo eran sus dormitorios y de qué espacios disponían,entre otros detalles. En la cocina hay numerosos utensilios y ollas antiquísimas, incluso un molde (“banquillo”) de hierro para fabricar hostias que debe pesar sus buenos kilos. El ambiente de costura también es muy llamativo, pues se pueden apreciar los bordados con hilos de oro y los grandes bastidores en los que las monjas hacían estas labores.

Ellas viven ahora en un lugar más reducido del convento, totalmente adecuado para su vida cotidiana y en absoluta privacidad. El torno continúa siendo su medio de comunicación con el resto del mundo. Desde allí venden tanto hostias como dulces de exquisita factura.